Hay dos tipos de profesores: los que conectan con sus alumnos y los que no. Si eres de los segundos, seguramente te hayas preguntado más de una vez qué es lo que podrías hacer para ganarte la confianza de tus alumnos.
La verdad es que, la mayoría de las veces, no hay nada nuevo ni revolucionario en la respuesta: se trata de confianza.
Como sucede en todas las relaciones interpersonales, cuando una persona despierta la confianza de la otra (y viceversa) las cosas fluyen.
Hay algo que todo alumno espera, y exige.
Si tú eres el profesor y de ti voy a aprender, debes saber bien de lo que hablas, tener una amplia y sólida formación sobre la materia y estar al día de los cambios y de los nuevos conocimientos que van apareciendo sobre el tema.
Los dinosaurios que se anclan en lo que saben y no se actualizan, no gustan. Y los profesores nuevos que dudan demasiado o no conocen lo suficiente sobre la materia, tampoco.
En este sentido, los estudiantes son como detectores de humo. Intuyen muy rápidamente la competencia profesional de sus profesores y de ella depende, en gran parte, la confianza que les merece.
Sin credibilidad, no hay respeto profesional.
Busque conocer a sus alumnos como individuos. Descubre sus intereses, conversando con ellos sobre deportes, televisión, internet, etc. Algunos profesores piden que en el primer día de clase los alumnos hagan una pequeña redacción sobre lo que les gusta y lo que no les gusta. Esto ayuda mucho, pues usted podrá utilizar este material para, en un momento dado de sus clases, hablar sobre el comentario que alguien hizo en su redacción. Cuando usted conversa con ellos y oye lo que tienen que decir, usted pasa a ser visto no sólo como un adulto, sino como alguien que está verdaderamente interesado en lo que piensan. Obviamente no debemos mostrar favoritismo, pero debemos procurar ser más cercanos a aquellos alumnos más problemáticos, al procurar elogiarlos con sinceridad incluso ante posturas consideradas simples, como decirle a él sin que los otros alumnos oigan: su cooperación me ayudó a enseñar hoy. ¡Gracias!
Cuando los alumnos les gusta un profesor, se esfuerzan más en su materia. Eso es un hecho. Al tratar a sus alumnos con el respeto con que le gustaría ser tratado, ofreciendo apoyo, sonriendo, y escuchando sus preocupaciones, eso le ayudará a ganar la confianza y amistad de sus alumnos.
Recuerde que la confianza no es algo dado: tiene que ser conquistada. Sin embargo, mantenga siempre la distancia profesional requerida. El hecho de ser demasiado amigo puede hacer que, al contrario de lo que se desee, los alumnos se comporten inadecuadamente. Aprender distinguir la estrecha línea entre ser un profesor amigable o un amigo que enseña, lo que no es conveniente.
Hay una diferencia abismal entre quien se implica en su trabajo y el que, simplemente, se limita a cumplir.
Esto (que se ve en todas las profesiones y oficios) en la profesión de docente, es una de las razones más fuertes que hace que estés en disposición de ganarte la confianza de tus alumnos.
La diferencia está en que un peón de cadena puede hacer un buen trabajo aunque no vaya con una sonrisa a la fábrica. Pero el profesor que entra al aula desmotivado, difícilmente podrá hacerlo.
¿Cómo puede despertar así la curiosidad y las ganas de aprender de los alumnos?
Dicen que las emociones se contagian, que tenemos algo llamado neuronas espejo que son las culpables de que cuando tú disfrutas con lo que haces, también lo hacen los que están contigo.
Quizá ésa es la explicación del por qué los estudiantes aprenden más y mejor con los profesores que muestran entusiasmo por enseñar, y por lo que enseñan.
Así que, independientemente de tus problemas personales y de tu estado de ánimo, intenta que tus alumnos no sepan si es un buen o un mal día para ti.
A esto se le llama profesionalidad. Y al goce por enseñar, vocación. No la pierdas por el camino.
Si usted enseña, sobre todo adolescentes, sabe que son bastante inseguros. Quieren ser aceptados por sus colegas, y ser criticado por el profesor frente a ellos puede afectar su autoestima. Para no sentirse inferiores, a menudo responden en el mismo tono, pues hacen todo para preservar su posición ante los amigos.
Para lograr mantener la disciplina, lo ideal es actuar rápida y fácilmente. Trate de mantener la voz en un tono normal, sin gritar. No utilice sarcasmo. Si es posible llamar la atención de una manera divertida, haciendo un pequeño comentario inofensivo, mejor aún. A veces sólo el modo de mirar ya resuelve. Sin embargo, si el alumno se niega a obedecer, deje en claro que para todos es la misma «penalidad». De esta forma, se sentirá obligado a someterse la regla establecida en general.
Muy al hilo con lo anterior, para ganarte la confianza de los alumnos de tanto en tanto es necesario que te plantees si hay algo en tu manera de enseñar que pueda (y tenga que) mejorarse.
Es fácil, después de muchos años de experiencia como docente, caer en la inercia de dar las clases como siempre las has dado, únicamente porque es así como siempre las has dado.
Arriésgate a hacer cosas diferentes. O las mismas cosas, de una manera diferente.
La monotonía es enemiga del aprendizaje.
Y los errores mantenidos en el tiempo, aún más. Cuestiónate: ¿estás aplicando un método didáctico que juega en tu contra?
Se me ocurren muchos ejemplos de estilos educativos que no ayudan a crear un clima de confianza. El más lejano de todos: enseñar desde el miedo.
Todos recordamos (sin cariño) a aquel profesor duro que preguntaba la lección con severidad y dejaba en evidencia a las personas.
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¡Genial!